Orgullo

Sentía su aliento en el cuello, su sudor en mis poros, sus piernas presionando contra la mía, en tensión. Sus brazos y mis brazos temblaban, unidos en abrazo infinito, imposibles de separar. El movimiento, monótono, lento pero inexorable, nos balanceaba hasta el límite de la resistencia. Dolía, dolía mucho, pero podía resistirlo. El orgullo, ante todo. 
Me sonrió, burlona, ella había encontrado una posición cómoda: "Tienes que poner la mano aquí". Sin dejar traslucir un ápice de mi obvia extenuación obedecí, y aún pude esbozar una mueca de desafío. Por un segundo en su rostro se reflejó la desilusión. "Ahora tú."
Lo intentó –já– pero perdió el equilibrio y se derrumbó, arrastrándome con ella. tendidas en el suelo, tardamos varios minutos en recuperar el ritmo de la respiración. Sentía cada músculo en tensión, punzante dolor en cada terminación nerviosa, la sangre sacudiendo furiosa mis arterias.

"¿Repetimos?"–ambas–.



Definitivamente, el Twister es adictivo.

2 secretos:

Aviadora dijo...

Me encanta el Twister!
Es muy divertirlo jugarlo con amigos.
Y también por supuesto con personas más especiales, no?
Todavía tengo pendiente una revancha, ja ja ja.
¡Un abrazo cibernético!

Anónimo dijo...

El twister (o el enredos, que es como se llamaba en mi casa de toda la vida), cuando cumples 13 o 14 años pasa de ser un inocente juego de niños a ser lo más parecido al sexo sin follar.

Por cierto, si estas en la segunda estrella a la izquierda, eso debe quedar justo enfrente del pais de nunca jamás, saludos al capitan garfio de mi parte.